domingo, 8 de marzo de 2009

Trenes I (del lado de acá)


25 de Agosto de 2005


Parece que estoy en problemas: voy en un tren rápido y no tengo boleto. Hace un momento lo tenía, pero se perdió en el caos de mi mochila, que suele ser algo asi como una puerta a otra dimensión. No se cómo voy a salir de la estación. Cuando las corrientes humanas me pongan frente a frente con el molinete, incapaz de saltarlo, me empujarán irremediablemente hacia la muerte. ¿Qué hacer para evitar tan horrible final?

Carezco completamente de todo vestigio de eso que llaman "encanto femenino". Definitivamente no puedo apelar a mi belleza y fragilidad, esperando conmover al caballero-del-dragón/guarda-de-tren que tan gentilmente bajará el puente levadizo para permitirme pasar. Aunque he observado en ocasiones anteriores ciertos rasgos comportamentales de los hombres de uniforme que tal vez pudieran ayudarme.

A estos pequeños hombres grises les seduce el poder. En sus tristes corazones policiales y burócratas se esconde la ambición de ascender, de escalar posiciones y llegar a lo más alto. Con lo cual una dama en desgracia que celebra su status, respeta sus credenciales y apela a su todopoderosa voluntad, suele conseguir su piedad. Estas mentalidades (forjadas por años de sometimiento a sistemas de jerarquias, premios y castigos, entrenamientos, reglamentos, etc.) funcionan bajo el siguiente razonamiento. "
Yo soy un paramecio dentro de la escala evolutivo-jerárquica de este empleo, pero yo decido quién pasa y quién no" y "Durante las doce horas corridas de trabajo esclavo que paso en esta estación mugrienta YO MANDO". En unas cuantas estaciones probaré estas hipótesis psicológicas. Por lo pronto aprovecho este rato para rememorar estos últimos días de rana atrapada nuevamente en la cotidianeidad.

Hace dos semanas vivía en Madrid, hacía calor, los días eran luminosos y tenía un amor. Cuando me aburría salía a caminar por ahi y me perdía por las calles. Me sentía extranjera y me encantaba (ESTACION RAMOS MEJIA). Todas las mañanas escribía algún párrafo de mis monografías, me despertaba con ideas nuevas, me sentía creativa. Leía, me animaba a innovar en la cocina y más tarde salía al encuentro de mi chico, que me esperaba cerca de una plaza (ESTACION HAEDO, pasa silbando un ciego).

Ahora estoy viajando en un tren sin boleto, con la ligera sensación de que nada me sale bien. Hace unos días un mendigo me ayudó a aceptar mis limitaciones motoras al grito de "renga de mierda", extremadamente ofendido porque le ofrecí mis único 0.35 centavos por una postal gratuita que pretendía vender a 1 peso (NOTA: aprovecho este espacio para expresar mi total rechazo al egocentrismo disfrazado de "sensibilidad especial y única" de los actores callejeros o ganadores del Oscar). (ESTACION MORÓN, ¿Qué mira Señor?).

La facultad esta cerrada por huelga. Intento entender por mi cuenta la cosmovisión mítica de los griegos por oposición al logos. Tambien hago cosas por mi misma como apuntarme a un inservible curso extracurricular de inglés (Pasa un viejo tocando el acordeón). Y aunque me resisto a aceptarlo, la rutina comienza a ganarme de nuevo...

Si esto no es extrañar... ¿Qué hago escuchando flamenco?.

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