jueves, 15 de enero de 2009

Nacionalisme i Mite

Hace un par de meses desperté con ganas de cocinar y anuncié a los caballeros españoles con los que convivía que iban a probar algo verdaderamente típico de mi país, unas buenas empanadas argentinas. Sentí una especie de contradicción interna ni bien pronuncié la frase. Desde hacía un par de días que me rondaba la cabeza el tema del nacionalismo. No es extraño de visita en un país como aquel, con tantas tradiciones políticas y regionales tan fuertes. Y particularmente en una ciudad tan cosmopolita como es Barcelona, donde circulan diariamente personas de todos los colores, con y sin velo. Es curioso cómo cuando uno esta lejos la identidad se objetiviza, de alguna manera. Se hace evidente a nuestros propios ojos, se refleja esa alteridad en el espejo de los otros.

Con estas ideas en la cabeza, me di un largo paseo por la costa y fui a visitar el Museo de Historia de Cataluña, lo cual me produjo toda una serie de reflexiones de dudosa profundidad que me gustaría compartir con ustedes. Para empezar, una breve descripción. No había piezas excepcionales realmente, la mayoría eran réplicas. Pero el concepto general era más el de "experimentar" la historia que el de mirarla detrás de una vitrina con alarmas de seguridad. Eso me gustó. Podías usar un rascador de hueso paleolítico para pulir cuero, ponerte una armadura de caballero para experimentar su peso o activar un botón para ver cómo funcionaba un reloj de sol romano. Había también una especie de vitrina que se iluminaba dejando ver un molde de rostro de homínido (homo habilis/erectus/nerdental) y tu reflejo a la vez, para compararlos. Y al final, en lugar del Homo Sapiens, un espejo. En cada sala, dedicada a un período histórico, había más de una instalación habitacional para entrar y recorrerla, con música de fondo. Una casa del neolítico ibérico, una casa romana, una iglesia medieval, escenas de la historia catalana, una huerta musulmana con sistema de riego, un zoco, y hasta un refugio antiaéreo de la guerra civil. Apretando botones podías ver mapas retroiluminados, escuchar poemas medievales, discursos en el senado, canciones populares, a la vez que mirabas las piezas. La música, la declamación, todo le agregaba un componente emotivo muy fuerte a la muestra, y reforzaba el guión estructurador. Este último, era una versión nacionalista de la historia catalana. Dos instalaciones me impresionaron especialmente.

En la primera, un caballero medieval sostiene en los brazos a un joven muerto con gran dolor, en medio de una batalla. No es nada menos que la representación del mito de origen de la bandera de Cataluña, de la cual los curadores del museo han recogido una variante. La bandera, amarilla con rayas horizontales rojas, se origina según este relato en las marcas de sangre que habría dejado sobre un escudo de oro Guifré el Pilós, conde que unificó bajo su gobierno a los condados que darían origen a Cataluña, defendiendo a Barcelona del ataque moro y franco. Según la leyenda, el rey Carlos II mojo los dedos del conde en la sangre de su herida y marcó en el escudo las cuatro barras que formarían la "senyera" o bandera catalana. Como Levi Strauss me aburre de muerte, intentaré no sacar retorcidas interpretaciones estructurales de hechos curiosos como que uno de los personajes se apode "el peludo" y otro "el calvo", entre otras oposiciones que harían las delicias de cualquier analista estructural.

La segunda instalación representa la llamada "Guerra dels Segadors", una rebelión campesina ocurrida en 1640. En el relato de la exposición es presentada como una sublevación contra el poder central español y la herencia castellana. Se produce a causa de la ocupación de las tropas de Felipe II y el Conde Duque de Olivares, quienes presionan a los catalanes a unirse a su esfuerzo bélico imperial. La revuelta da origen a un intento de independencia y a una guerra sucesoria que conllevará la pérdida de los fueros para Cataluña y el control por parte del imperio español. La imagen en este caso es altamente simbólica: un grupo de campesinos que parecen surgir de la misma tierra, agitando sus hoces y con los puños en alto, derribando una cruz.

Estos relatos, más que mitos inmemoriales situados en una intemporalidad omnipresente, se parecen más a narraciones contadas desde este lado de la historia y aparecen siempre ligados a la idea de Estado. Parece que la historia de Cataluña existe siempre desde un marco estructural estatal que se va configurando a lo largo del tiempo histórico en diferentes "momentos" congelados en estas imágenes, que condensan símbolos muy fuertes de unión. La idea de nación no existe sin la idea de Estado, tampoco para la historia de los catalanes. Las sociedades previas al nacimiento de Cataluña, relatada en el mito de origen de la senyera eran sociedades plurales: griegos, fenicios, romanos. Pero no eran catalanes. Desde este relato, Cataluña no se presenta como una sociedad plural, sino como el producto esencial de una serie de oposiciones: oposición a los franceses, a los moros y más tarde a los castellanos y a la España franquista, esa oposición esencial que constituye un "nosotros". Durante todo el recorrido, se sugieren oposiciones fuertes entre una estructura política progresista (dada por el sistema de fueros y una economía mercantil) frente a una estructura política retrógrada (el sistema feudal español de base agraria), una sociedad laica frente a una sociedad religiosa. En fin, estas oposiciones recuerdan fuertemente los postulados republicanos modernos, que parten de una idea fuerte de nación. Pero también se siente con fuerza la marca dejada por el franquismo y la fuerte represión que durante 30 años pesó sobre esta identidad. Esto lo vi muy claramente en una instalación que representaba la escuela liberal de principios de siglo, nacionalista, progresista; frente a la violencia simbólica de la escuela franquista. En el primer caso, un aula moderna, con niños estudiando. Un pizarrón escrito en catalán, la foto de un nacionalista, posiblemente Companys, presidente de la Generalitat de Cataluña y asesinado por Franco en 1934. Elementos que denotan una educación moderna, en el sentido histórico de la palabra. Del otro lado, un pizarrón escrito en castellano, donde se relata la gesta de los reyes católicos. Sobre éste, otra vez la cruz.

El nacionalismo catalán surge a fines del siglo XIX, principios del XX. Coincide con los ideales republicanos liberales, el relato histórico del museo remite a sus orígenes. En este sentido, una parte de mi se resiste a creer. Como en el caso argentino, no puedo olvidarme que estos mismo relatos que tienden lazos entre "iguales" surgen al mismo tiempo que el desarrollo capitalista impone las diferencias más salvajes entre iguales juridicos o culturales que tienen medios de producción e iguales jurídicos o culturales que sólo tienen su fuerza de trabajo. Esta visión algo gris quizás tenga que ver con que soy la concreción de un montón de sueños nacionalistas frustrados, de diferentes latitudes. Los del norte, catalanes, gallegos y vascos, emigrados por la guerra o por el hambre. Y los del sur, la generación de mis padres, que vivió el peronismo y la dictadura militar.

Sin embargo, hay otra dimensión de la mitología del nacionalismo de cuya fascinacion no puedo escapar, que me emociona y me conmueve como al más fiel de los creyentes, que me hace solidaria con el pueblo catalán y que me hace sentir pueblo. Surge, por ejemplo, cuando pienso en la injusticia de la opresión ejercida por un dictador que durante 30 años les prohibió expresar su identidad. O como esa noche en que, después de un mojito y un cosmopolitan, casi cito a Galeano y "Las venas abiertas de América Latina" En un ataque de melancolía y tango, hice mi relato amargo de por qué las cosas son como son en Argentina, ante la atónita mirada de mis interlocutores españoles. Y sí, creanme que no era ni el momento ni el lugar, fue un auténtico trance ritual.

Evidentemente yo también soy presa del mito, aunque mi hemisferio racional se resista. Un mito diferente al estatal seguramente, pero con la misma fuerza emotiva para mi. Un mito que no sé donde se ubica exactamente, posiblemente a medio camino entre la historia y el Olimpo. Tiene sus héroes, pero no son los próceres dorados en sus caballos blancos, esos que aparecen en los manuales o en las vitrinas de los museos. Lo cierto es que es un mito vivo y esa fuerza me pone en movimiento. Finalmente, para eso siven los mitos. Para los monumentos, el bronce.

Yo creo en él.

Visqui Catalunya!

2 comentarios:

osuka dijo...

como representante insigne de los susodichos, me veo en la obligación de comentarle que por supuesto salimos del odio y la oposición, y ahí seguimos todavía :) --de hecho, la mayoría de símbolos, el himno nacional de "Els Segadors" etc han venido a posteriori buscando darle forma a ese sentimiento
y como video representativo: http://www.youtube.com/watch?v=4Zvz2GJaIqI

Rana Asmática dijo...

Hey, yo soy un ser que odia naturalmente y eso antes siquiera de que me adscribieran a nación alguna! Es más, creo que hasta escribí esta entrada de blog de puro odio!
Ahora que lo menciona, debe ser consecuencia directa de mis numerosas cepas separatistas malévolas (el odio se transfiere genéticamente, como bien sabrá) :P
El video es hermoso, me tiene que pasar más material sesentoso de protesta, que me gusta muy mucho. A Buenos Aires solo llega Serrat, que es más comercial :P
Como no controlo mucho catalán (soy una ofensa de nieta para mi abuelita Pla) busqué la letra en la net y la transcribo para quién quiera leerla.
Me ha honrado con su visita, Osuka San. Sayonara!

L'ESTACA
L'avi Siset em parlava
de bon matí al portal
mentre el sol esperàvem
i els carros vèiem passar.

Siset, que no veus l'estaca
on estem tots lligats?
Si no podem desfer-nos-en
mai no podrem caminar!

Si estirem tots, ella caurà
i molt de temps no pot durar,
segur que tomba, tomba, tomba
ben corcada deu ser ja.

Si jo l'estiro fort per aquí
i tu l'estires fort per allà,
segur que tomba, tomba, tomba,
i ens podrem alliberar.

Però, Siset, fa molt temps ja,
les mans se'm van escorxant,
i quan la força se me'n va
ella és més ampla i més gran.

Ben cert sé que està podrida
però és que, Siset, pesa tant,
que a cops la força m'oblida.
Torna'm a dir el teu cant:

Si estirem tots, ella caurà...

Si jo l'estiro fort per aquí...

L'avi Siset ja no diu res,
mal vent que se l'emportà,
ell qui sap cap a quin indret
i jo a sota el portal.

I mentre passen els nous vailets
estiro el coll per cantar
el darrer cant d'en Siset,
el darrer que em va ensenyar.

Si estirem tots, ella caurà...

Si jo l'estiro fort per aquí...


LA ESTACA
(L'ESTACA)

El viejo Siset me hablaba
al amanecer, en el portal,
mientras esperábamos la salida del sol
y veíamos pasar los carros.

Siset: ¿No ves la estaca
a la que estamos todos atados?
Si no conseguimos liberarnos de ella
nunca podremos andar.

Si tiramos fuerte, la haremos caer.
Ya no puede durar mucho tiempo.
Seguro que cae, cae, cae,
pues debe estar ya bien podrida.
Si yo tiro fuerte por aquí
y tú tiras fuerte por allí,
seguro que cae, cae, cae,
y podremos liberarnos.

¡Pero, ha pasado tanto tiempo así !
Las manos se me están desollando,
y en cuanto abandono un instante,
se hace más gruesa y más grande.

Ya sé que está podrida,
pero es que, Siset , pesa tanto,
que a veces me abandonan las fuerzas.
Repíteme tu canción.

Si tiramos fuerte...

El viejo Siset ya no dice nada;
se lo llevó un mal viento.
- él sabe hacia donde -,
mientras yo continúo bajo el portal.

Y cuando pasan los nuevos muchachos,
alzo la voz para cantar
el último canto que él me enseñó.

Si tiramos fuerte...